Crónica de viaje:
Los rincones de nuestro departamento

Entre los deportes de aventura y el vivencial son los que nos pueden permitir acceder a sitios con mucha intensidad y pasar por momentos de extrema exigencia física, puedo sentirme permitida de decir que uno de los tantos lugares apropiados para practicar esta disciplina es la gran cultura que se encuentra en los cerros del distrito de Pátapo, aproximadamente a 30 o 35 minutos de Chiclayo.

Era domingo muy temprano en la madrugada, empaqué lo necesario para este pequeño viaje y me dirigí hacia el lugar donde tendríamos el encuentro con mi docente y no solo con mis compañeros de curso sino también con estudiantes de los primeros ciclos que cumplirían una asignatura más en este sitio.
Siendo alrededor de las 7:00 a.m. esperábamos que estuviéramos todos para embarcar rumbo a nuestro destino, por el tiempo que aguardamos sentía nervios y a la misma vez desesperación por saber como sería esta nueva experiencia.

Ya estando completos o al menos los que confirmábamos ir, iniciamos nuestro rumbo a este distrito en el bus de la Universidad que a propósito de ser estudiantes de esta misma institución era la primera vez que disfrutábamos de su comodidad sintiéndonos de esta manera dentro de un ambiente mas relajado, en común, familiar.
Camino a nuestra aventura turística podía observar los grandes campos de cultivo, y por lo general los sembríos de la famosa “Caña de azúcar”; algo impresionante de ver las inmensas toneladas que podían cargar los casi infinitos camiones que cruzaban la carretera por la que nos dirigíamos.

Al llegar a Pátapo nos detuvimos en, lo que parecía ser su Plaza Mayor, siendo este nuestro punto de partida. Mas adelante fuimos en busca de la persona que sería nuestro guía Francisco Núñez Díaz, quien además de relatarnos sus exhaustos recorridos por el lugar donde iríamos nos brindó la confianza de que se le preguntase cualquier inquietud acerca de lo que veríamos para entender los origines de cada uno de los lugares que nos mostraría. Después de las sensaciones que tuve mientras nos reuníamos todos, lo que ví fue un mundo raro con respecto al nuestro debido a estar muchos años antes de el nuestro.
Ahora ya estaba todo listo para comenzar nuestra aventura juntos, lo primero que pudimos observar fue el canal de “El Taymi”; siendo el mas importante del norte; inaugurado en el año 1975 en el Gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez que mide aproximadamente 5 Km. de largo y donde lamentablemente se han registrado anualmente la muerte de 8 a 10 personas por intentos de suicidios, por ebriedad, accidentes o hasta por recaudar agua de sus caudalosas corrientes, lo encontramos con un aspecto casi repugnante ya que parecía un botadero de basura mas no por donde recorren aguas limpias que incluso sirven de regadío para los distritos próximos. Según nos comento Francisco la comunidad de Pátapo había impuesto sus quejas ante el alcalde Juan Ramos Díaz pero al no ser escuchados llegaron a protestar por el mantenimiento y sobretodo la imagen turística que este proyectaba porque llegan alrededor de 500 turistas al año.

Lo que pude rescatar de el diciendo: “… Ustedes como periodistas hagan llegar estas quejas para que hagan algo… ” fue el afán por defender algo que les pertenece como cultura y verse inútiles al pedir que se mejore esta situación para su bien común, algunas características que me dejaron pensativa porque nosotros como personas de ciudad no exigimos con la misma intensidad mejoras para el lugar donde vivimos, realmente captar costumbres de estos habitantes que a mucho de nosotros nos hace falta.

Conforme íbamos recorriendo este antiguo mundo, parecía ser que el primer tramo del camino iba a ser poco perceptible, pero pude percatarme que dentro del canal vacío pero lleno de desperdicios se encontraba una niña, a quien le regulo unos 10 años, que había bajado aun no se el motivo pero estaba sujeta a una soga que una anciana sostenía metros mas arriba, quedándonos atónitos, no dudé en sacar mi cámara y captar ese momento que aunque parezca inofensivo por no contar con aguas corriendo por este gran conducto pudo suceder cualquier otro percance.

Siguiendo veíamos como se levantaba un bello y muy bien estructurado cerro, el que la verdad, no imaginé que subiría… pero ello no impidió que lo hiciéramos. Lamentablemente fue también escenario de los desechos públicos de los pobladores y a pesar de ello estaba dispuesta a caminar casi las tres horas de subida que nos esperaban. Al empezar pude sentir la fatiga que a causa de la altura pues el camino era largo y agotador.

La prácticamente escalera de piedras labradas casi nos facilitaba el ascenso, y realmente sentir orgullo por la obra de los antiguos peruanos. El viento pretendía hacernos caer, desde la altura divisaba la prolongación del camino siempre distinguiéndose de la montaña pero frente a mí estaba el tramo más difícil que pude imaginarme.


El estrecho camino nos llevo a donde pudimos observar una hermosa piedra que formaba la cabeza de un jabalí, era asombrosa lo real que esta. Al costado una estructura con el aspecto de laberinto eran minuciosas piezas de piedra colocadas una sobre otra formando exactos recuadros donde los cintos lo utilizaban para realizar sus labores comerciales.

A pesar de la altura, el viento, la agotadora caminata, la sed y la fatiga nos encontramos con que en la cima del cerro “Pátapo” había la existencia de una piedra en forma de león, asombrosamente como si se tratara de una simbología que este contraía con el cerro. La poca vegetación también se dio a notar en esta zona y aunque tranquilamente pudimos descansar se sumó la travesura de encontrar nidos de murciélagos y arrojándoles piedras para hacerlos volar… fue muy gracioso pero y es que eso es lo interesante de las aventuras no?

Y aunque muchos factores hubiesen podido impedir que realizáramos este deporte que nos llevó a descubrir las riquezas que forman parte del patrimonio cultural no solo de esa zona sino también peruana que pocos conocen y como tuvimos la oportunidad de muchos disfrutar.

Esta claro que no podremos a estas alturas de nuestra vida ser grandes aventureros, o turistas imponentes de alguna de nuestras culturas pero el esmero por conocer y hacer conocer lo nuestro demuestra que cada día nos culturicemos y de esta manera contribuir con nuestros antepasados.